Se debe castigar el indebido uso de la fusta.
La Argentina debe alinearse al respecto con las principales potencias, donde se utilizan severas sanciones.
Fue en Palermo, hace apenas algunos días, precisamente en el playón de la Tribuna Oficial. Era momento de relajación, charlando con un conspicuo amigo de temas hípicos, por supuesto.
El “Larrrgaron...” del relator nos obligó a cortar la conversación; era tiempo de prestar atención a lo que sucedía en la pista.
La carrera no lucía demasiado interesante y la falta de programa oficial en mano dificultaba aún más las cosas, por lo que decidí elegir un caballo al azar y posar mi vista sobre él. Casi sin querer, apareció la idea de escribir estas líneas, tras observar la tremenda paliza que ligó el ejemplar elegido por parte de su jockey, cuyo nombre reservaremos.
Si la vista no falló -modestia aparte, no creo..., no por la vista en sí, sino por saber contar...-, el equino en cuestión recibió 32 fustazos de los 400 metros al disco...¡Y perdió!
La reflexión fue inevitable e instantánea: no puede ser que un caballo sea sometido a semejante castigo -la gran mayoría innecesario- para intentar ganar una carrera. En muchos casos, para el turf el fin justifica los medios, pero queda claro que este caso no es el ejemplo ideal al respecto.
Fue tiempo entonces de hacer memoria y de seguir de cerca otras actuaciones -de ese mismo jockey y de otros para así recolectar evidencia.
En la fase de retrospecto, vinieron rápido a la cabeza nombres como los de Jacinto Herrera o Jorge Valdivieso. El peruano prefería entrar último a exigir sin sentido a sus montados; incluso, muchos lo han criticado por perder puestos del marcador al sacarles el cuerpo a sus caballos. Valdivieso también pegaba lo justo y necesario, era un señor con el animal que lo llevó a la fama; un señor de mano dura, está claro.
Pero también apareció en la cabeza un jockey que en su momento fue aprendiz de moda en La Plata y que una tarde en Palermo le pegó a más no poder a un caballo que largó retrasado y que, obviamente, llegó último; si hasta después de cruzar el disco lo fustigó el irresponsable.
Ya tratando de recolectar mayor cantidad de pruebas para la diagramación de este artículo, fueron varios los puntos que alcanzaron el objetivo. Palizas similares hubo varias, algunas escudadas en pegar cortito, y otras sin la más mínima intención de encubrimiento alguno. También aplicar fustazos varios para ganar un octavo puesto inútil; o algún golpe post disco, quizá de bronca.
Nace otra pregunta fácil: ¿el uso indebido o desmedido del látigo, se castiga coherentemente en la Argentina? Está claro que no.
Obvio resulta decir que debería analizarse el tema, al que algunos tildarán de menor con tanta rápidez como bajan los brazos de los jockeys.
¿Cómo funciona la cosa en el exterior? Con una dureza que aquí asustaría a los tolerantes de siempre, en gran parte porque las asociaciones que defienden los animales tienen posada su vista en las carreras de caballos como un hecho flagrante y de dominación.
Por ejemplo, en Inglaterra, Canadá, Irlanda y Francia el uso de la fusta es limitado y debe de haber un tiempo entre uno y otro golpe para aguardar la respuesta del caballo; aquí eso, claramente, es obviado.
El reglamento de la Australian Racing Board -que figura on-line- es terminante al respecto. Los jockeys son sancionados si fustigan a sus conducidos después del disco, si no muestran respuesta al estímulo, si lo lastiman, si viene ganando con claridad; también si usan de forma consecutiva la fusta, si pegan en más de cinco ocasiones; y también recomienda que en los 100 metros finales se utilice el elemento con discreción.
La British Horseracing Authority también se muestra inflexible en el tema e indica que no tolerará abusos de ningún tipo, prohibiendo se pegue a un caballo con fuerza excesiva, dos veces o más un mismo movimiento, y sin darle tiempo al ejemplar para que responda.
Sobre este tema, recientemente el Racing Post publicó un artículo en el que Louis Romanet , Presidente de la Federación Internacional de Actividades Hípicas, aspira a que en un lapso no mayor a los cinco años el uso de la fusta sea proscripto o reservado sólo para casos de fuerza mayor.
El francés decía: “La percepción pública sobre la utilización del látigo para mejorar la colocación de un caballo conducirá a la restricción en su empleo únicamente para prevenir accidentes. No pasará mañana, pero es algo que las carrera debería mirar, debido a la influencia de la televisión de mejor calidad y sobre la posible percepción pública. Esto requerirá de la toma de decisiones y de enseñarle a los más jóvenes; creo que en cinco años veremos resultados al respecto. Es similar al proceso de aplicar reglas de no medicación en la hípica, que tiene que ser hecha gradualmente y mediante la educación”.
Sin dudas que quizá la supresión del uso de la fusta sería una medida absolutamente exagerada, pero el control o limitación es algo que ayudará a evitar cuestiones como las que a este cronista le tocó vivir días pasados.
Al margen de lo que ocurre en otros países, bien puede comenzar a trabajarse al respecto en la Argentina, principalmente por el lado de las comisiones de carreras y la aplicación de sanciones a aquellos jinetes que abusen del látigo, hoy por hoy, una moneda corriente en San Isidro, Palermo y La Plata.
Bien vale decir que no todos los jinetes caen de la misma bolsa. Muchos son considerados con el animal que les da un mejor o peor pasar. Un amigo deja un dato: “En La Plata si lo ves a Antonio Rivero, tiene la vieja escuela. Difícilmente azote más de tres o cuatro veces a sus caballos y, además, siempre les muestra la fusta antes de bajarla”.
Diego H. Mitagstein.Turf Diario.
lunes, 12 de julio de 2010
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