Jose Pedro Ramirez 2010

Jose Pedro Ramirez 2010
Sing a Song

Turf una pasión de vida.

El vivir el turf es uno de los más preciados valores que tiene nuestro fugaz paso por la vida. Vivirlo plenamente, habiendolo mamado desde el inicio mismo de nuestra vida, es sin ninguna duda, una de las cosas más pasionales por las cuales atravesamos aquellos que tuvimos la enorme suerte de encontrar y transitar esa oportunidad. El turf en todos sus aspectos, en toda su inmensidad de situaciones por las que nos lleva a transcurrir nuestra vida. Es algo que se hace imposible abandonarlo. Es un modo de vida, que nos hace sentirnos libres, en contacto con la naturaleza, desde la crianza del animal, hasta el momento de la competencia. Siempre libre. Siempre experimentado sensaciones renovadas, pero a su vez distintas. Siempre intentando ser comprensibles con actitudes con resultados, con procedimientos, no importa cual fuere el resultado de los mismos. Claro está que si el éxito nos acompaña en los mismos, será todo más placentero. Pero el éxito, por lo general, como en todos los avatares de la vida misma, es efímero, pero con que intensidad se vive en esta actividad. Es un constante devaneo entre el éxito y el fracaso, pero siempre, siempre incondicionalmente estará presente, la competición, la competencia, que en esta actividad representa y signifca presencia, orgullo sano de competir e ilusiones renovadas de triunfo. Con el paso de los años el aficionado, no me suena bien al oído, la palabra burrero, sigue viviendo en plenitud, por lo menos en continuar desde uu ángulo u otro esta actividad que resulta mística.







sábado, 10 de abril de 2010

ZENYATTA CRACK INDISCUTIDA UN MITO DEL TURF



Zenyatta, la máxima expresión de la hípica

Zenyatta, la espectacular yegua que se mantenía invicta en 15 presentaciones, iba a salir nuevamente a escena, teniendo al frente la posibilidad de ampliar su imbatibilidad y seguir en ese sendo camino que la pueden llevar a ser considerada una de las mejores –sino la mejor– del siglo XXI.
Un presentador gringo, algo regordete y sin pelo, con frac negro y corbata michi, anunciaba –al estilo de los presentadores del boxeo– una a una a las participantes de la carrera que tenía una bolsa de medio millón de dólares. Cuando nombró al número cuatro, a Zenyatta, hizo una pausa. El público no pudo aguantar los aplausos e interrumpió el anuncio, mientras la zaina se quedaba quieta, recibiendo los cariños que le hacía su vareador con un paño blanco.
Un sorbo a la gaseosa y a revisar las estadísticas mientras dura el paseo frente a las tribunas. La espigada yegua ganó 15 carreras, de las cuales 13 fueron clásicos, incluyendo nueve de Grupo Uno y más de US$ 5,6 millones en premios acumulados. Un palmarés que, en resumen, la colocan como un hito en la historia del turf. Aunque algunos digan que nunca corrió fuera de los Estados Unidos y eso la hace solo una heroína local.
Comentarios antojadizos de quienes no valoran el talento de una campeona hípica. De una yegua que le gana a los machos con la misma propiedad con la que tumba a las de su género. Una capacidad increíble para ganar que no fue considerada cuando en enero le negaron el título de Mejor Caballo del Año en los Estados Unidos. Una injusticia que hoy, seguro, debe ser materia de muchos comentarios.
¿Pero es Zenyatta solo una yegua? Reviso el Facebook y más de uno me pregunta qué quiero decir con “Go, Zenyatta, Go” y pienso que si el fútbol tiene a Messi, la hípica tiene a Zenyatta.
Porque tal vez nos equivocamos al decir que es una yegua. Zenyatta es más que eso. Es pasión, es entrega, es fuerza. Escribe una poesía nueva en cada tranco. Desde que sale a la pista y encandila con su espigada figura. La negra cariblanca que se pasea gallarda recibiendo flashes, aplausos y vivas. Es la estrella del Deporte de los Reyes que parece darse cuenta de su papel. Y también parece que lo asume, que lo disfruta, que lo goza.
La hija de Street Cry iba por su triunfo número 16, ese que le iba a permitir igualar el récord de un ‘inmortal’ del turf como lo fue el italiano Ribot. Son pocos los que han logrado tal hazaña en toda la historia. Y creo que no habrá ninguna otra como Zenyatta.
La negra sabe lo que hace. Otro sorbo a la gaseosa para verla correr desde la última posición, como es su costumbre, con ese paso tranquilo, como midiendo rivales. Su jinete Mike Smith debe deleitarse sobre esa silla. La zaina debe facilitarle el trabajo. No hay mucho que hacer allí. Solo guiarla, mostrarle el camino y moverle las riendas como para indicarle: “Es el momento… ¡corre!”
Zenyatta acelera y la tribuna ruge. El amante del turf siente como una corriente helada recorre el cuerpo y hasta se anima a lanzar un grito de apoyo. La yegua avanza abierta en la curva final y antes de entrar a la recta ya tiene todo controlado. No hay fustazo, no hay castigo. Mike Smith solo le muestra el camino. La yegua le estira la cancha a las rivales y no hay más que aplaudir.
Solo necesitó un minuto 50 segundos y 71 centésimas para correr los mil ochocientos metros, quedar en la historia como la gran campeona que sigue invicta en 16 salidas y como la que fue capaz de sumar –hasta hoy– la envidiable fortuna de 5 millones 924 mil 580 dólares. Taptam, la puntera Be Fair, Just Jenda y War Echo, completaron una llegada y quedarán grabadas como las que alguna vez tuvieron la osadía de enfrentar a la más grande yegua estadounidense de este nuevo siglo.
Porque pasarán los años y las generaciones hablarán de Zenyatta y sus hazañas. De la yegua que paralizaba al mundo en cada presentación, aun cuando no se la pudiera ver en vivo y tuviera que recurrirse a una web. Y aunque la hípica se viva distinta frente a la pantalla de un computador y se haga más personalizada, se contará que Zenyatta lo hacía todo más cálido.
Por : Néstor Obregón R.

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